Pero ya no digas más.
Deja de molestarme y quitarme el sueño
En medio de tanta conmoción, Conchita se quedó tieza
Estaba asustada; sacó su polverita rosa para quitarse
el brillo del rostro mientras pensaba en actuar como si nada
hubiera pasado. A veces se sienta en la banquita verde de la sala de espera y hojea los folletos del revistero. Indiferente
Detrás de las barras de ajuste se esconde un volcán; pero, ¿a quién le importa?