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sus ojos aún convalescientes, su piel trastocada,
profanada y encriptada en el dolor.
Esa piel que algún día quisiste cubrir de besos
todavía inocentes y a la sombra de la constelación
que parecían formar sus lunares.
él tampoco pudo traspasar esa gran muralla con la
que has cubierto tu propio corazón
Tu egoismo y su orgullo hicieron que de un día para otro
todo acabara tal y como empezó
¿a qué le temes hoy?
Antes era un cuento y una ilusión y hoy es tu vida:
tu propia realidad que se mece en el umbral de aquello
a lo que llamas presente.
Las cadenas parecen romperse
tú estás a la expectativa: a veces tierna, raramente esquiva
evidentemente, te ha llegado la hora